Buen día amig@s,
Os comparto el último artículo que he publicado sobre running para la revista SPORTS & HEALTH en su edición de mayo 2019.
A diferencia de otras colaboraciones en las que trato aspectos diversos que pueden tener interés para algunos corredores pero no para otros, en esta oportunidad quise aportar mi experiencia de años sobre el cuidado del calzado y cómo realizar un uso y mantenimiento adecuado del mismo. Si estáis interesados podéis consultar el artículo completo en el propio web de la revista en este ENLACE, en la imagen inserta a continuación, o en modo texto sencillo al final de la entrada.
Saludos y nos vemos en la Ruta!!!
FER
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ALARGANDO LA VIDA ÚTIL DE NUESTRAS ZAPATILLAS
Por Fernando Revuelta
La vida útil de una zapatilla
deportiva, entendiendo por este concepto el periodo máximo de tiempo durante el
cual el calzado mantendrá en un porcentaje aceptable su funcionalidad y
prestaciones, dependerá no solo de las características del modelo en
particular, sino también del tipo de uso y conservación que le demos. Como
norma general los fabricantes suelen estimar una vida útil para sus diferentes
modelos de calzado de correr que oscila entre los 400 a 700 kilómetros, lo cual
no significa que llegado a ese punto debamos desechar las zapatillas. Así por
ejemplo, cuando un calzado que tengamos dedicado en exclusiva a competencias o
entrenamientos de alta intensidad ya no cumpla con las prestaciones esperadas, podemos
destinarlo a rodajes y trabajos de menor duración, impacto o exigencia.
USO
IDÓNEO
Los principales problemas que afectan
a un calzado deportivo se circunscriben al desgaste de la suela, pérdida de
elasticidad y poder reactivo de la media suela, y roturas en la parte textil
del habitáculo. Lo usual es que una zapatilla de correr sufra un lógico desgaste
según vaya acumulando kilómetros, el cual será especialmente visible en la
parte de la suela. Los fabricantes se sirven de caucho en diferentes
presentaciones para conformar los remaches que se incorporan a la media suela
en variados patrones y relieves. Así el caucho presente en la parte del talón,
donde hay mayor apoyo y fricción, suele ser por lo general de alta abrasión,
mientras que la suela del medio y antepié será más suave de caucho soplado.
Si tomamos en consideración el tipo de
pisada de un corredor neutral, este desgastará la suela de un modo bastante
uniforme, pero si el corredor por el contrario tiende a modificar lateralmente el
apoyo del pie al contacto con el piso, desgastará la suela de manera irregular.
Este desgaste dispar en una de las partes de la suela es el que con el paso del
tiempo puede dar lugar a que la espuma de la media suela quede expuesta, y al
ser de un material mucho más suave, se degrade de manera acelerada afectando gravemente
a la biomecánica del corredor. Obviamente un corredor de peso elevado será
proclive a desgastar o deformar más sus zapatillas que un corredor liviano,
tomando como base que usen el mismo modelo, pero lo que es realmente importante
es que respetemos las especificaciones de uso de la zapatilla en particular. Si
un calzado está indicado para terrenos de asfalto, concreto o pista sintética,
no debemos bajo ninguna circunstancia sacarlo de su hábitat natural y usarlo en
caminos y rutas donde abunden piedras, raíces u otros elementos de la
naturaleza. Ello provocaría un desgaste acelerado e irregular de la suela,
daños en la espuma expuesta de la media suela, así como posibles roturas y
enganchones en la parte tejida del habitáculo.
LAVADO
Y CONSERVACIÓN
Como cualquier prenda o accesorio de
vestir, debemos lavar nuestras zapatillas cada cierto tiempo. La periodicidad
con que va a ser necesario dependerá finalmente del uso al que sometamos a
nuestro calzado. Básicamente el lavado va a contribuir a mejorar el aspecto
visual de la zapatilla, eliminando barro y suciedad, al mismo tiempo que
ayudará a reducir el crecimiento de bacterias y el mal olor que ellas provocan.
Por este motivo, unas zapatillas con las que corramos en trillo y caminos,
necesitarán de mayor mantenimiento que un calzado exclusivo de ruta.
Antes de proceder con el lavado de las
zapatillas es recomendable que separemos las partes removibles de las mismas,
es decir, la plantilla interna y los cordones. Algunos modelos de zapatillas
llevan la plantilla oculta en la media suela o pegada, así que en estos casos
no es aconsejable que la arranquemos por la fuerza. En cuanto a los cordones,
si tuviéramos dificultad para recordar el modo en que van insertados en los
ojales podemos tomar una foto antes de sacarlos, para de este modo y una vez
lavadas las zapatillas, saber ubicarlos con la misma configuración original de
fábrica.
El modo más idóneo para lavar nuestro
calzado es manualmente en un barreño, al que añadiremos agua al tiempo y jabón
neutro. Nos podemos ayudar de algún cepillo con cerdas suaves, inclusive de
algún cepillo de dientes en desuso, para frotar aquellas partes a las que se
nos haga más complicado acceder. Tendremos especial cuidado con la zona
superior de la zapatilla, donde se ubica el tejido, ya que dependiendo de su
consistencia y diseño, podría sufrir algún tipo de menoscabo. En la parte de la
suela retiraremos cualquier elemento extraño que se haya podido insertar, como
pequeñas piedras, trocitos de vidrio, espinas vegetales o inclusive partes de
metal.
Una vez limpias las zapatillas las enjuagaremos
con abundante agua para eliminar bien la espuma, y las pondremos a secar en un
lugar aireado y a la sombra. Someter nuestro calzado a la exposición directa
del sol no solo contribuirá a decolorar el mismo, sino también y más
contraproducente, será dañino para la elasticidad de las espumas presentes en
la media suela. Los cordones y plantillas los lavaremos por separado, poniendo
las plantillas a secar en un lugar plano para que no adquieran deformidades.
Hay personas que por comodidad
prefieren lavar sus zapatillas en la lavadora e incluso acelerar su secado
procediendo a efectuar el mismo en una secadora eléctrica. Ambos métodos no son
aconsejables, ya que es mucho más probable que durante el lavado automático se
puedan producir enganchones con alguna parte plástica o metálica, y someter el
calzado a fuentes de calor intensas, podría afectar seriamente a la integridad y
resistencia de sus componentes.
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