Muchos corredores se aventuran cada vez más a realizar sus entrenamientos y rutinas de ejercicio no solo en áreas pobladas, sino también en zonas de montaña y bosques. El deseo de escapar de las ciudades, descubrir nuevas rutas, respirar aire puro y estar en mayor contacto con la naturaleza, son incentivos muy atractivos para incorporarse al llamado trail running. Correr en caminos y trillos presenta significativas diferencias a considerar respecto del running urbano tradicional, como por ejemplo el terreno sobre el que se corre, la técnica, la seguridad o el equipo.
A TENER EN CUENTA
Cuando se corre en zonas urbanas la superficie sobre la que se pisa será mayormente de asfalto, concreto u otra superficie rígida y estable. En áreas de montaña y bosque en cambio la superficie será por lo general de tierra y más irregular, incluyendo la presencia frecuente en la ruta de rocas, raíces y otros elementos de la naturaleza. También es usual que estos caminos y trochas estén en parte enlodados, y nos encontremos desde agua estancada, hasta tener que sortear pequeñas quebradas en la época de invierno. En cuanto al perfil de elevación de los caminos y trillos de montaña, en la mayoría de los casos contendrán numerosos columpios, puesto que seguirán en su trazado el relieve natural del entorno.
Por este motivo, al correr en montaña y bosque deberemos ir muy pendientes del terreno que tenemos delante, sobre todo en bajadas pronunciadas y cuando haya rocas y piedras sueltas. La visión debemos mantenerla en la ruta, anticipando la trayectoria que vamos a seguir en cada momento, y previendo dónde vamos a ubicar cada uno de los apoyos de nuestros pies. No podemos perder la concentración ni un segundo, puesto que una pequeña distracción puede provocar que acabemos tropezando o resbalando, y sufrir desde magulladuras a una lesión de mayor alcance como un esguince o fractura.