Buen ombligo de semana amig@s:
Casi todos en alguna ocasión hemos tenido encuentros con perros mientras corremos, tanto callejeros como con aquellos que tienen dueño. En lo personal siempre me han encantado los animales, y en la actualidad convivo con numerosos perros, muchos de ellos rescatados de la calle.
Mi experiencia durante años ha sido que los "tinaqueros" por lo general andan más interesados en encontrar algo de comida en las bolsas de basura o en corretear a una hembra en celo que en si pasa un corredor o no por sus alrededores. Digamos que tienen instinto de supervivencia.
Los reales problemas en cambio han sido con dueños de perros iban sueltos, ya que con la excusa de "tranquilo que no hace nada", he tenido que superar numerosas situaciones en las que los canes se han venido desde lejos corriendo a por mí como si fuera una presa, saltando luego amenazantes y ladrando a solo centímetros, con el consiguiente riesgo de sufrir una mordida o caída.
Sobre este tema es que compartí unos consejos en la última colaboración que he publicado en la revista SPORTS & HEALTH, edición de marzo 2017.
Si estáis interesados podéis consultarla en línea en este ENLACE, ver la edición impresa en las imágenes insertas a continuación, o leer el artículo en modo texto al final de la entrada.
Fuerte abrazo, saludos y nos vemos en la Ruta!
FER
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PERROS
Y RUNNING, PREVENIR MEJOR QUE CURAR
Por Fernando Revuelta
Precauciones a considerar cuando encontramos en la ruta perros sueltos
No hay nada más que fijarse en
las redes sociales de corredores para que constatar que una gran mayoría de
ellos convive con mascotas en casa, especialmente gatos y perros. Los perros
por lo general son unos animales de compañía excepcionales, y se caracterizan
por su enorme fidelidad y amor hacía sus dueños. Realmente es digno de estudio
ver, que aunque permanezcan solos durante muchas horas mientras sus amos están
fuera de casa en actividades cotidianas, cuando regresan en la misma puerta
estarán esperándolos felices jadeando con la lengua fuera y sus rabos moviéndose
frenéticamente como si hicieran años que no los vieran. Desde niño siempre he
convivido con perros a mi alrededor, y en la última década no han sido menos de
20 los que han pasado por la propiedad, por lo que estoy acostumbrado a tratar
con canes de muy diferentes razas. Mi experiencia me indica que al igual que sucede
con las personas, no hay dos perros iguales, ya que incluso aunque sean
hermanos de camada, los caracteres varían mucho.
Aunque amemos a los animales y
seamos dueños de perros, eso no significa que la mayoría como corredores no
hayamos tenido cierto temor y preocupación por nuestra integridad física
durante algún episodio con perros sueltos. Un corredor en movimiento es algo
que por lo general llama mucho la atención de los perros, tanto por curiosidad
como por instinto defensivo. La mayoría de esos encuentros no pasan de ser
situaciones desagradables en las que por unos momentos sentimos desde una
simple molestia a miedo a una mordedura, pero si no sabemos prevenirlos y
manejarlos, pueden incluso acabar en ataques con lesiones de consideración.
DUEÑOS IRRESPONSABLES
En buena parte de las
situaciones de conflicto y ataques en los que se ven involucrados corredores
con perros, el problema no nace precisamente de estos últimos y sus instintos
animales, sino de la irresponsabilidad de sus dueños. Por norma los perros
deben de ir con collar y correa cuando son paseados por sus propietarios en
lugares públicos, pero con bastante frecuencia los dejan sueltos bajo el
argumento de que son pequeños o los tienen controlados. No se debe dejar un
perro suelto cuando no se tiene real control sobre el mismo, porque aunque lo
llamen y den órdenes la mayoría de las veces el perro hace caso omiso a su
dueño y sigue incomodando con su desafiante presencia al corredor. También se
da la situación en que en veredas y aceras estrechas, en vez de llevar a los
perros atados en corto, los dueños usan con frecuencia correas extensibles que
suponen una trampa para los corredores al tratar de evitarlas.
SABER REACCIONAR
Si mientras corremos nos
topamos con uno o varios perros sueltos, en primer lugar debemos mantener la
calma y no entrar en pánico, ya que los perros, como otros animales, sienten el
miedo en las personas. Dependiendo de la actitud del perro o manada, y de si es
callejero o se ha salido de una propiedad, convendrá desde reducir algo nuestra
velocidad, hasta ponernos a caminar, e inclusive detenernos totalmente en casos
de un ataque inminente. Según nos vayamos acercando a un perro desde lejos
podremos evaluar por su postura y actitud si se va a mantener indiferente, si
se va a acercar por curiosidad, o si tiene intenciones de confrontarnos. Igual
que cuando vemos a un perro moviendo la cola podemos intuir que es amigable,
cuando lo observemos parado mirándonos fijamente, con el cuerpo rígido hacia
adelante y las orejas atrás, deberemos presuponer que en cualquier momento se
puede abalanzar hacia nosotros. El que un perro ladre no necesariamente lo
convierte en agresivo, ya que ese es simplemente uno de los mecanismos de
defensa que ellos tienen. Lo que denota realmente agresividad es cuando el
perro gruñe y muestra sus dientes. Estando en presencia de un perro agresivo
que se nos acerque a corta distancia y muestre claros síntomas de querer
mordernos, nos detendremos adoptando la silueta de un poste, con los brazos
pegados al cuerpo y las manos en alto cerradas. Lo peor que podemos hacer en
esos casos es salir corriendo a todo lo que den nuestras piernas, ya que los
perros son más rápidos que nosotros y nos darán alcance en una posición
desequilibrada y sin posibilidad de defensa. Los expertos recomiendan no mirar
a los perros a los ojos directamente para que no lo tomen como una señal de
confrontación, sino de soslayo, pero siempre observando qué hacen y la posición
en la que están. Esto es complicado cuando no se trata de un solo perro sino de
varios. Si el perro se pone a dar vueltas a nuestro alrededor y sigue ladrando,
pero sin tomar una actitud de ataque, nos moveremos muy lentamente de perfil
sin darle la espalda, paso a paso, alejándonos del perímetro que el perro esté
protegiendo. Esto puede llevar minutos, y quizás mientras aparezca el dueño o
pase algún carro que nos sirva de protección. En cambio, si gritamos o hacemos
gestos bruscos, podemos poner nervioso al animal y desencadenar el ataque. En
algún momento el perro dejará de seguirnos y nos ladrará cada vez más en la
distancia, hasta que podamos retomar el trote después de superado el peligro. A
pesar de las precauciones que tomemos, en algunos casos el perro se lanzará de
todos modos contra nosotros, y en esa eventualidad y por mucho amor que le
tengamos a los animales, deberemos defendernos con lo que tengamos a mano como
una rama, o a base de patadas, intentando infringir siempre al perro el menor
daño posible.
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