Llevo algo mas de 9 meses desde que inicié el blog y hasta ahora es que he tenido el ánimo o mejor dicho la fortaleza para poner en palabras de forma pública una parte muy importante de mis sentimientos mas personales.
Con anterioridad os había mencionado algunos detalles sobre la figura de mi padre, pero siempre como de refilón, de pasada, sin querer entrar a fondo como si ese hecho supusiera remover el pasado y por consiguiente volver a traer a la memoria el dolor de su falta.
Aunque a veces estuve tentado de poder compartir con vosotros, amigos y familiares, mis vivencias y sentimientos hacia su figura, siempre claudicaba en el último momento y daba paso a entradas mas banales y comerciales sobre entrenamientos o anécdotas referidas a mi afición al running.
Quizás se pueda denominar mi actitud como de cobardía o falta de madurez, pero si no resulta fácil hablar de estos temas incluso entre familiares allegados a uno, mucho mas difícil es lanzarse al mundo del ciberespacio y plasmar algo tan íntimo que será leído por cientos de personas, muchas de las cuales serán totalmente anónimas a las que no podré identificar con un rostro o un nombre.
En una familia como la mía de 4 hermanos varones, y siendo yo el "pequeño" de todos ellos, no puedo negar que siempre en casa la figura de mi madre fue la mas dominante. Quizás por ser la única presencia femenina, o por la diferencia de carácter con mi padre, -el cual era mucho mas introvertido-, mi madre siempre me pareció que era la que llevaba las riendas de la casa y la que en cierto modo decía siempre la última palabra.
Mi padre, de nombre Fortunato pero al cual mi madre siempre llamaba "Tinín" o "Fortu" a secas, nació un frío día de enero del año 1926 en Población de Campos, un pequeño pueblo de la meseta Castellana de la provincia de Palencia. Su padre, a la sazón mi abuelo Santiago, era el médico del pueblo, por lo que creció en un ambiente acomodado e intelectual para la época. Aunque mis abuelos trajeron al mundo a dos hijos mas, -en este caso mujeres-, ambas fallecieron de corta edad debido a alguna de las enfermedades contagiosas que azotaban a España en esos comienzos de siglo. Por este motivo, mi padre se crió realmente como hijo único en un ambiente familiar que el narraba como estricto, supongo típico de las costumbres de la época.
Tras su paso por la Universidad de medicina y el correspondiente servicio militar, conoció a mi madre siendo ambos muy jóvenes. Superadas las necesarias pedidas a mi abuelo materno -de nombre Joaquín pero al que siempre llamábamos Quinito- para salir como novios primero, y de mano mas tarde, contrajeron matrimonio en la Iglesia de San Ildefonso de Valladolid, ciudad en la que residía toda la familia de mi madre. Quiero puntualizar que aunque de nombre María Josefa, según su carnet de identidad, sus hijos siempre la hemos llamado "Fefi", "Jose" o simplemente "mama", y nació realmente en Madrid donde mi abuelo estaba destacado como militar de artillería en esa época. El hecho de ser de la Capital es algo de lo que mi madre siempre se ha sentido muy orgullosa, y durante muchos años sirvió como "punta de lanza" para recordarle a mi padre en tono jocoso que sus orígenes en cambio eran "pueblerinos".
Supongo que como todos los matrimonios tuvieron sus altos y bajos, con mejores y peores épocas, pero mi memoria solo me trae buenos recuerdos de mi niñez y adolescencia, rodeado de mis hermanos mayores Javier, Carlos y Santiago. La casa siempre era una fiesta, un campo de juegos, en que a falta de computadoras, Wiis, y juguetes costosísimos como ahora, cualquier cosa se improvisaba al efecto de dejar volar la imaginación. Recuerdo que el sofá cama del salón, se convertía en un coche al que nos trepábamos todos uno detrás de otro mientras alguno hacía de conductor. Cuando no era un coche era un tren, o un barco, o un avión, o lo que la historia demandase. Indios y vaqueros de plástico sacados de un sobre de papel eran un objeto de auténtico lujo, aunque los mismos fueran rudimentarios en sus formas, de toscas expresiones y de un solo color. Con ellos uno podía jugar mil y una emboscadas, utilizando como decorado las patas de la mesa, algunos zapatos, o cualquier otro objeto común que se prestara para la ocasión. El largo pasillo de la casa se convertía en campo improvisado de futbol o baloncesto, y las carreras, golpes, y pelotazos retumbaban por todos los lados para el desconsuelo imagino de los vecinos. Me vienen a la memoria muchas tardes del largo invierno de la meseta metidos los cuatro hermanos en casa jugando a las chapas (tapas de botella) y simulando con las redondas pelotitas de papel aluminio electrizantes partidos de fútbol que el actual Mundial ya quisiera tener. Cada chapa tenía su correspondiente uniforme de papel pintado, con los colores del equipo y el nombre del jugador respectivo, otra tarea que nos tenía también bastante ocupados pues cada temporada había que actualizar los nuevos fichajes. Nuestro único primo varón, Jesús, el cual era realmente como el quinto de los hermanos pues compartía mucho con nosotros, era un autentico crack narrando los partidos, haciendo inclusive hasta el ruido y los gritos del propio público. Con que poco la verdad éramos felices y llenábamos el tiempo ! ! !
Adicional a los juegos caseros, el salir al exterior cuando el clima lo posibilitaba era para nosotros lo máximo. A mi padre no le preocupaba en aquella época hacerse cargo de los cuatro hijos y salir a caminar por las afueras de la ciudad, las cuales uno alcanzaba enseguida y no como ahora que las urbes se han llenado de residenciales, autovías, y parques industriales. El Valladolid de comienzos de los 70 era una ciudad provinciana, articulada básicamente en torno al centro histórico y el paseo de Zorrilla. En cuanto uno superaba el río Pisuerga o el barrio de la Rubia, te internabas en los cerros del páramo o en los pinares del Duero. Simplemente el salir a caminar, el poder explorar nuevas rutas y respirar aire puro era algo fantástico y volvíamos a casa agotados pero felices. Jugar al fútbol y montar bicicleta en el pinar de Antequera suponía también una de nuestras actividades favoritas. En estas ocasiones generalmente íbamos toda la familia en un Seat 1.500, en el que entre el maletero y la correspondiente vaca en el techo, aquello parecía una auténtica mudanza con bicis, sillas, mesas plegables y cestas de comida. Aunque uno fuera comprimido, generalmente sentados los pequeños encima de nuestras tías o abuelos, nadie se quejaba ni de la falta de espacio, o del calor ante la ausencia de aire acondicionado. Esos coches de antes eran auténticos "tanques de combate", en los que meterse 6 u 8 personas era de lo mas normal adicional a las pesadas cargas del equipaje. Hay una anécdota que siempre oí contar en casa referida a unas vacaciones en las que nos fuimos recorriendo en el 1.500 parte de la península mis padres, mi tía Charo, mis 3 hermanos, mi primo Jesús, y yo,....y adicional al equipaje de ropa y demás para varias semanas,...nos acompañaron para ir consumiendo en el camino como 14 melones ! ! ! Cosas de la época que hoy en día parecen ciencia ficción.
Desde pequeños a los cuatro hermanos nos gustó mucho la actividad deportiva, especialmente el ciclismo. Las primeras bicicletas de carreras que tuvimos fueron una Orbea color marrón, una Zeus de blanco inmaculado, y otra de color verde para mi hermano Carlos cuya marca no recuerdo y creo compraron mis padres en una tienda de muebles, -dato curioso-, en la zona de la Rubia. En los 70s el tener una bicicleta de carreras -con el manillar curvado-, y sus correspondientes cambios y piñones, era todo un auténtico lujo. Uno se sentía casi como un Ocaña, un Fuente o un Poulidor. Luego ya mas tarde cuando mi hermano Santi empezó a competir mas en serio nos fuimos especialmente hasta Torrelavega para comprar un cuadro Alan de aluminio del equipo profesional Teka, que en que Valladolid cuando lo montaron con su grupo Zeus taladrado fue una total sensación.
El atletismo también ocupó gran parte de nuestra infancia, especialmente las pruebas de cross y mas tarde la pista y la ruta. Mis padres nos solían acompañar a muchas de las competencias, siempre animando y orgullosos de sus hijos independientemente del puesto que ocupáramos. No importaba si hacía ese típico frío y niebla vallisoletana que te calaba hasta los huesos, o la tremenda calima en los meses de verano, que ellos siempre estaban dispuestos para echarse a la calle o viajar hasta donde hubiera una carrera para estar a nuestro lado.
De mi padre nunca supe que tuviera ninguna atracción especial por el deporte en su juventud. Solo tengo escuchado que montaba bicicleta de manera esporádica por los alrededores de su pueblo en tierra de campos, pero mas como un medio de locomoción que como otra cosa. Su afición a la práctica deportiva y mas específicamente al atletismo de ruta se gestó por lo tanto ya en una etapa avanzada de su vida, creo cuando ya superaba los 60 años de edad. Me imagino que con mas tiempo libre y viendo como sus 4 hijos se calzaban las zapatillas para correr maratones y pruebas de fondo por toda España, quiso también probar y al igual que otras muchas personas quedó ya de por vida enganchado al running. Mi hermano Carlos que tiene una memoria prodigiosa -y cuando no sabe algo se lo inventa pero lo hace parecer cierto-, quizás pueda aportar mas detalles sobre la prueba, lugar y fecha en que debutó nuestro padre, pero pienso una de las primeras debió de ser una carrera organizada por él mismo como parte de la AC Tiburi celebrada en Puebla de Trives (Orense) por el año 1987 mas o menos. De esa prueba hay algunas fotografías en el álbum familiar, y un trofeo que mi padre ganó en su categoría donado por la Aseguradora La Unión y el Fenix. Representando una pesada figura alada con el puño en alto y peana de marmol, el trofeo unos años mas tarde estuvo a punto de causar una desgracia a mi sobrina Ana cuando en un episodio infortunado, se precipitó desde una alta repisa en el que se encontraba estrellándose contra el suelo a pocos centímetros de donde ella dormía.
Como es norma habitual en casi todos los corredores, mi padre también fue cogiendo con la práctica mejores condiciones. Aunque ya su edad era un impedimento para realizar grandes esfuerzos, siempre gozó de buena salud y no siendo fumador ni bebedor logró alcanzar una forma física óptima para disputar carreras de hasta media-maratón. Sus pruebas favoritas eran La Universitaria que partía enfrente del Colegio San José -centro donde estudiamos los cuatro hermanos y a comienzos de siglo había estudiado nuestro abuelo paterno-, la popular de La Antigua, la Trotada Popular, el Cross de San Antón en el Pinar de Antequera, y por supuesto la media maratón de Valladolid, adicional a otras muchas pruebas de provincias cercanas.
Mi padre era de pequeña estatura comparado con nosotros, pero de su cuerpo destacaba una gran caja torácica, sin duda para albergar un gran corazón (en todos los sentidos). Su estilo de correr no era estética ni técnicamente el mas adecuado, pero le llevaba a recorrer grandes distancias sin aparente esfuerzo. Algo inclinado hacia adelante, las piernas combadas hacia el interior, y con pasitos cortos, su silueta era inconfundible para nosotros cuando le veíamos venir a lo lejos en alguna de las competencias. No era por supuesto un corredor veloz, pero disfrutaba como un niño con sus entrenamientos y carreras, antes de las cuales se ponía super nervioso como siempre nos hacía notar mi madre. Preguntaba ciento y una vez por la hora de la salida, las inscripciones y demás detalles, y el día de la prueba se levantaba bien temprano para seguir su rutina de desayuno -en muchas ocasiones un tazón de café con leche y pan migado-. La noche antes preparaba con mimo su uniforme y zapatillas, los cuales casi siempre eran regalos de los hijos aprovechando cualquier celebración familiar, y le encantaba masajearse con unguentos y pomadas tipo Voltarén que siempre dejaban en casa un inconfundible olor.
Cuando mis tres hermanos se fueron a vivir a otras provincias por motivos de trabajo y familiares, yo me quedé todavía durante unos años conviviendo con mis padres en nuestra casa de
Valladolid. Por esa época yo entrenaba principalmente para las pruebas de duatlón, por lo que montaba casi todos los días bicicleta y también corría con frecuencia. Obviamente los ritmos a los que yo entrenaba y a los que trotaba mi padre eran muy distintos, pero en ocasiones cuando yo no tenía un trabajo específico que hacer, salíamos juntos a correr por zonas como el Camino viejo de
Simancas y el área de
Zaratán. En las demás ocasiones mi padre solía gustar de correr solo, generalmente a horas ya cercanas al mediodía. Me viene a la mente como si fuera hoy verlo llegar a casa en pleno verano empapado de sudor y con la cara roja como un tomate. Siempre llevaba sus característicos lentes oscuros estilo
Rayban, no específicos para la práctica deportiva pero que eran sus fieles compañeros, y su reloj digital de mercadillo el cual creo no tenía ni cronómetro, pero a él poco le importaba pues con ver la hora para sacar sus cálculos de tiempo era suficiente.
Mi madre recuerdo le decía muchas veces cuando llegaba, "
Fortu,....te va a dar una insolación corriendo a estas horas",...pero mi padre todo lo que tenía de bueno lo tenía a veces de cabezón, o quizás no tanto cabezón en plan de discutir, sino que tenía sus rutinas y costumbres, y para bien o para mal las seguía sin hacer mucho caso a lo que los demás le pudiéramos decir.
A comienzos del año 1999 yo me vine a vivir a Panamá, y como es lógico ello supuso un gran golpe anímico para mis padres. Si de por si ya es duro que tu último hijo abandone el hogar familiar y se vaya a vivir por su cuenta, mucho mas en mi caso que me vine a residir a miles de kilómetros de distancia con un Oceano de por medio. Claro que hay padres que casi saltan de alegría cuando sus hijos se marchan -forzados o no- de la casa, pero ese nunca fue nuestro caso. Adicional a viajar a Panamá para mi boda, mis padres también vinieron en el año 2000 con motivo del nacimiento de mi hijo Diego Alonso. Aprovechando su estancia de mas de 2 meses en Panamá, compartí con mi padre bastantes entrenamientos sobre todo por la zona cercana a nuestra casa en Las Cumbres. Incluso mi padre llegó a competir en una de las pruebas del circuito anual de Corredores del Istmo celebrada en Panamá Viejo solo 2 días después de su llegada. Recuerdo perfectamente que a pesar de ser una distancia corta de solo 5km, lo pasó realmente mal con el cambio drástico de horario, temperatura y humedad. Como dato anecdótico ya que tengo la clasificación, mi padre cerró la prueba y en la misma también participó Luis Diaz, otro super Veterano atleta panameño nacido también como mi padre en 1926 y que al día de hoy sigue participando de modo admirable a sus 84 años en algunas de las carreras locales.
Mi padre continuó corriendo por años, cada vez con mas dificultad, limitando poco a poco la distancia de las competencias. Creo fue un golpe muy duro para él asumir que había llegado el momento de dejar de competir cuando le diagnosticaron un problema cardiaco. De seguro se lamentaba en su interior el no haber podido comenzar con la práctica deportiva muchos años antes, pero a pesar de ello seguía trotando de modo esporádico, caminaba largas distancias, iba a gimnasia de adultos con mi madre, e incluso tomó cursos de natación ya rondando los 80 años.
Hace poco mas de un año y después de un deterioro muy acelerado mi padre nos dejó para siempre. Desde entonces raro es el día en que no siento su falta, ya que a pesar de vivir estos últimos años en la distancia, me ha dejado un vacío enorme que no lleno con nada. La imagen que encabeza esta entrada pertenece al Cross de San Antón de Valladolid, como dije una de sus competiciones que mas le gustaban, y en la que casi siempre subía al podio en su categoría de edad. Esa foto en la que mi padre tenía entonces 73 años la tengo en un lugar principal de la casa en Panamá, y al verla con frecuencia no puedo evitar que se me nuble la vista y asomen lágrimas en los ojos.
Escribir esta entrada me ha llevado varios días, y hoy me di cuenta de que justo mañana domingo se celebra en Panamá el Día del Padre. Dejando al margen el aspecto comercial que lleva aparejado y el cual no es de mi agrado, me pregunto si ha sido una casualidad o hay algo mas en mi subconsciente que me ha llevado precisamente en estos días a plasmar esta nota llena de recuerdos y sentimientos con relación a él. De modo adicional mañana temprano estaré participando en una carrera precisamente en honor del día del Padre, y a buen seguro sentiré a mi lado como si me acompañara su presencia, y esa zancada cortita que tanto le caracterizaba.
Un beso Papa,
Nando
Es verdad que en el blog puedes plasmar sentimientos que dificilmente compartirías de otra forma. Me identifico plenamente con la estampa familiar de la España de hace 35-40 años, esos juegos, esas excursiones, aquellos coches. El recuerdo a tu padre, muy emotivo, el haber podido compartir algún trote con tu padre debe ser........Felicidades por la entrada
ResponderEliminarUna entrada muy bonita. Un besote campeón. Tortuga.
ResponderEliminarNando:
ResponderEliminarEsa foto es también para mí una foto especial...
Desde la distancia leo tu blog y muchas veces no tengo fuerzas para contestar. Me digo a mi mismo: mañana... Y mañana llega y no contesto. Es la actitud del avestruz.
Y sin embargo muchos días como hoy o como el de la carrera de Diego se me saltan las lágrimas y lloro en silencio...
Un beso muy fuerte.
Javier.
Muy emotiva campeon felicitaciones y saludos.
ResponderEliminarLa entrada te habrá costado días, pero es muy emotiva y recalcas ese amor que sientes hacia tus padres. Me ha encantado amigo. Un abrazo
ResponderEliminarFer, permíteme decir, amigo mío, que esta entrada me ha emocionado.
ResponderEliminarPodría decir cualquier chorrada y/o hacer cualquier broma sobre esos juegos que, salvando algunos años de diferencia entre tú y yo, yo también jugaba (qué viejos que somos).
Pero no quiero decir nada más.
Sigue así y que disfrutes con tu familia en un día tan señalado.
Abrazos.
Fer, enhorabuena por realizar esta entrada que tanto te ha costado, por abrirte a nosotros y permitirnos conocerte a fondo. Muchas gracias. Leyendo tu entrada me he emocionado varias veces. Una gran entrada, de verdad.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte y nos seguimos leyendo.
Fer felicidades por la entrada siempre es difícil por lo menos para mi, escribir o mostrar nuestros sentimientos de aquellas personas a las que mas queremos, ello te honra un abrazo campeón.
ResponderEliminarA medida que iba leyendo me iba identificando con muchos detalles que explicas de la España de esa época; me ha recordado a mi infancia y por eso te agradezco tu escrito; por eso y por habernos dado un poco más de tí de una manera tan sincera y emotiva, un abrazo y no cambies.
ResponderEliminarPreciosa entrada Fer, muy emotiva... te ha costado pero ha merecido la pena, la verdad que me has recordado muchas cosas bonitas de esta vida.
ResponderEliminarCiao
¡Cómo me ha costado leer entre sollozos tus recuerdos sobre papá! ¡Parece imposuble que alguien tan pequeño, pudiera ser tan gramde! ¡Qué razón tienes que nos ha dejado un vacio enorme, no psa un sólo día sin que le recuerde! Hoy mismo he corrido la maratón de Toral, como siempre en la salida y en la meta, mis pensamientos han sido para él.
ResponderEliminarUn abrazo muy sincero. Emotiva entrada, que supongo te habrá costado redactar, pero ahora te debe de hacer sentir muy orgulloso. Me has hecho también recordar momentos entrañables que siempre quedan en el recuerdo. Felicidades campeón, te seguimos. Un saludo¡¡
ResponderEliminarbonita entrada cargada de sentimiento y amor.gran perdida sin duda,admirable su espiritu competitivo y sus ganas de vivir y hacer deporte,ya me gutaria a mi tener esa vitalidad con 80 años y a cualquiera,un abrazo y disfruta del dia del padre aunque sea recordandolo.
ResponderEliminarA España se le a fugado un profesional de la pluma pero Panamá ha ganado genial y ameno personaje, un atleta y amigo con quien hemos compartido buenos y malos momentos.
ResponderEliminarEn hora buena Tripi.
Grande esta entrada, me has emocionado. Un abrazo.
ResponderEliminarPrecioso, Fer. Tu padre estaría orgulloso de sus hijos, no solo como corredores, sino sobre todo como grandes personas con un corazón de oro.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Fer, preciosa y emocionante entrada, con esta entradas nos remueves algo por dentro.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo,
Hola Fer,
ResponderEliminarAl leerte hoy has inundados mis ojos de nuevos.
Al igual que tú, yo fuí educado por un padre enamorado de su familia y del deporte.
Al igual que tú, no ha habido un día desde su marcha que no llorara su ausencia.
Dentro de muy poquito, 7 de Julio, hace un año que se marcho y aunque mi blog va dedicado a él, al igual que tú no se como podré sacar fuerzas para ese día escribir una nueva entrada.
Gracias por compartir esa bella historia con nosotros. Me ha encantado leerla.
Un abrazo muy fuerte y suerte con lo TUYO.
Nos vemos FER
Otra vez más me hiciste llorar leyendo tu blog Fer. De verdad agradezco mucho este tipo de escritos y relatos que me recuerdan y no me dejan olvidar quien soy. Yo también tengo muchísimos recuerdos del abuelo, llenos de emoción y ocasionalmente de lágrimas, pero es bonito rememorar algunos momentos como lo has hecho, y darse cuenta de la falta que hace hoy en día gente como el abuelo. Gracias Fer, un abrazo, Carlitos.
ResponderEliminarHola Fer, casi me pierdo esta entrada por mi puñetero curro....de verdad te digo que es una de las entradas más bonitas que he leido...que grande!
ResponderEliminarYa sabemos de donde vienen tus genes de gran corredor....
Un saludo
Quique
Bonita y emotiva entrada.
ResponderEliminarUn abrazo Fer.
Muchas gracias a ti Fernando, contar con seguidores como tú para mí es todo un honor. Espero algún día tener la suerte de conocerte aunque tal y como está la economía ahora toca esperar. Me gusta mucho la nueva imagen de tu blog y tu última entrada, muy emotiva, felicidades. A seguir así Fernando. Te mando un fuerte saludo y abrazo desde tu Patria querida España.
ResponderEliminarbonita entrada y una bonita imagen de blog saludos amigo
ResponderEliminarUna entrada llena de sentimiento, gracias por compartir tanto.
ResponderEliminarUn fortísimo abrazo.
Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarIncreíble entrada Fer, se ve que tienes un gran recuerdo de tu padre y al final ese es el mejor legado que podemos dejar cuando nos vamos.
ResponderEliminarUn abrazo
Quillo que historia más bonita no,tú te has planteado escribir un libro tomando como referencia la historia de tu familia? Sin duda tendría mucho gancho porque ciertamente es muy bella y entrañable si la contaras con más detalles (para hacer el libro claro).
ResponderEliminarPreciosa,enhorabuena por tener una vida de historia.
Preciosa entrada Fer!! has conseguido que se me haga un nudo en la garganta, al recordar a mi padre y estar tan lejos :-(
ResponderEliminarMuchas gracias por compartir estos sentimientos y vivencias con nosotros!
Un fuerte abrazo,
bss
Tania
Mi estimado Fer: Siempre visito tu blog por lo menos una vez a la semana. Hoy desperte pensando en mi papa que tambien nos dejo. Y leer estas lineas me han hecho recordar aquello que dice: "No morimos cuando faltamos, sino cuando nos olvidan". Un abrazo amigo.! Iris
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